Historia
Las peregrinaciones medievales a Santiago de Compostela tienen su origen en la labor evangelizadora de Santiago en tierras de la Hispania romana. Es un fenómeno espiritual de primer orden en la Iglesia y en la sociedad actual, que va mucho más allá de su aprovechamiento turístico, económico y político; los cuales distan de la realidad del Camino.
Santiago el Mayor, hijo de Zebedeo, continúa inicialmente su labor apostólica en Jerusalén. Después de la muerte de Jesucristo, Santiago vino en predicación a Hispania, desembarcando en algún puerto de Andalucía y comenzando su misión evangelizadora en el sur para posteriormente desplazarse al norte por tierras portuguesas hasta llegar a Galicia.
Posteriormente, se dirigió hacia el este de la península, Lugo, Astorga, Zaragoza y Valencia, para partir de nuevo hacia Palestina. De regreso a Palestina, Herodes Agripa, le mandó ajusticiar, prohibiendo además, enterrar su cuerpo por predicar el Cristianismo. Según la tradición, sus discípulos Atanasio y Teodoro cogieron su cadáver y lo depositaron en una barca, pidiendo al Señor, que les condujera al lugar donde debían enterrar el cuerpo, llegando a Iria Flavia,actual Padrón, en La Coruña)
El azaroso viaje concluye en el bosque de Libredón, lugar en que los bueyes se negaron a continuar, lo que fue tomado como señal divina y elegido como lugar de enterramiento. Posteriormente, en el Brevario de los Apóstoles, de finales del s.VI, se habla de la predicación de Santiago en España y de su enterramiento en el Arca Marmárica.
El filósofo árabe Algazel manifiesta en el año 845 el relieve alcanzado por el fenómeno: “Su Kaaba es un ídolo colosal que tienen el centro de la iglesia; juran por él y desde las partes más lejanas, desde Roma lo mismo que de otros países, acuden a él en peregrinación y pretenden que la tumba que se ve dentro es la de Santiago, uno de los doce apóstoles y el más querido”.
En todo caso, el movimiento jacobeo medieval nace como un camino de fe explícitamente cristiana, que confía y busca amparo en la compañía del Apóstol y de los Santos. En palabras del rey Alfonso X, el peregrino se pondrá en camino “para servir a Dios y honrar a los Santos, y por sabor de hacer esto extrañanse de sus lugares e de sus mujeres, e de sus casas e de todo lo que aman, e van por tierras ajenas lacerando los cuerpos o despendiendo los haberes, buscando los santos” (Partida I, 24). Poco a poco llega a conformarse toda una liturgia y una especie de “orden” de los peregrinos, con oraciones, bendiciones, vestidos propios, símbolos, etc. Se determinan también etapas y lugares en los que reverenciar la presencia de otros cuerpos de santos en el Camino, en los que se construyen también grandes iglesias.
Tras la peste negra que asoló españa en el s. XIV, la peregrinación a Santiago resurge notablemente a finales del s.XIX, principios del XX. El interés profundo que despertó el sepulcro del Apóstol hizo del Camino un factor decisivo para la construcción de la Europa cristiana, resultando una vía de comunicación de experiencias religiosas, intelectuales, artísticas... En 1993 el Camino de Santiago fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Tras la visita del papa Juan Pablo II en 1982 y con motivo de la JMJ de 1989, la popularidad del peregrinaje aumentó aún más.
En el Camino resulta esencial la búsqueda propia de la persona, su dignidad, su capacidad de encuentro y de comunión, la afirmación del propio destino “mas allá” (ultra-eia), en la gloria de la que habla el Pórtico de Santiago.

A pesar de la invasión árabe, de los cambios políticos, sociales, culturales y religiosos, a finales del s. VIII resurge de la mano del Beato de Liébana la tradición jacobea en España: “¡Oh Apóstol, dignísimo y santísimo cabeza refulgente y dorada de España defensor poderoso y Patrono nuestro”. Sorprende grandemente el eco extraordinario de esta noticia surgida en un lugar oscuro y lejano de la Europa de entonces, en el Finis Terrae, y proclamada por personajes que serían desconocidos a las naciones europeas. Hay quién ha visto en la resonancia asombrosa de este anuncio, que movilizó a los pueblos, el verdadero milagro operado en Compostela, perenne hasta hoy. Sin embargo, esto hubiera sido imposible sin la convicción general entonces existente sobre la predicación de Santiago en tierras de la Hispania Romana y en su consideración generalmente admitida de “evangelizador de Occidente”.
Sobre el año 820, durante el reinado de Alfonso III, El Magno, se descubre su tumba, momento desde el cual ha sido objeto de una multitudinaria corriente de peregrinación hacia Santiago de Compostela, desde todos los puntos del mundo, especialmente desde Europa.Por entonces, existía una tradición comúnmente admitida tanto en Oriente como Occidente que hablaba del culto al primer Apóstol Mártir en el Noroeste Hispánico.
