Presente
Toda peregrinación nace por una meta, por una llamada. No tiene su fin en sí mismo, como podría ser el pensar “la meta es el camino”, que aún así es un hecho indispensable como símbolo de la vida humana, sino que basa su fin en el encuentro continuado con Dios. La experiencia de la peregrinación, el tiempo del camino, prepara la reconciliación y renovación de la vida, contribuyendo a dar certeza y claridad a la propia fe.
Como señaló Eugenio Romero Pose, obispo auxiliar de Madrid que falleció en 2007, “El peregrino tiene una experiencia auténtica del tiempo: se levanta antes de que haya salido el sol; ve amanecer; hace silencio por la mañana para levantar la mirada a la Presencia de Dios mientras empieza de nuevo su vida; va viendo cómo cambia el color de las cosas a medida que avanza el día; vive intensamente cada momento; reposa en una iglesia, en una sombra; vive sin reloj, sin calcular el tiempo. Lo importante no es lo pasajero, sino lo eterno. Cada día pasa, pero el tiempo recibe la huella de lo eterno. Permanece viva en él la esperanza de alcanzar la meta movido por el deseo del Destino. Comprueba que lo importante es descubrir el sentido de la existencia, frente al cual se renueva a cada instante la necesidad de la conversión”.
Ya en el antiguo Israel se peregrinaba al Templo de Jerusalén. Los cristianos retomaron esta costumbre. De este modo, especialmente en la Edad Media, surgió un verdadero movimiento de peregrinaciones a los lugares santos.
El sentido actual de las peregrinaciones no dista de aquella por la que los antepasados lo hacían. Hoy en día se sigue peregrinando para “encontrarse”, en el sentido más amplio de la palabra, pero también para hacer penitencia a modo de entrega. Los hombres buscan la paz y la fuerza que brotan de los lugares santos para llenar sus cotidianas vidas en las que muchas veces se pierde el auténtico sentido. Personas cansadas del individualismo que buscan salir de la rutina, liberarse de lastres y ponerse en marcha hacia Dios.

“Quien peregrina «ora» con los pies y experimenta con todos los sentidos que toda su vida es un único gran camino hacia Dios”